Entrevista al Dr. Dietrich Zschaeck
El Dr. Dietrich Wilhel Zschaeck Wilde nació en Berlín, Alemania el 5 de octubre de 1941. Se graduó de bachiller en el Liceo Andrés Bello de Caracas el 30 de julio de 1950 y de médico cirujano en la Escuela Razetti de la Universidad Central de Venezuela (UCV) el 28 de julio de 1966. Realizó su postgrado en medicina interna en la Maternidad Concepción Palacios (MCP) en Caracas, graduándose en julio de 1969 y se especializó como médico nefrólogo en el Servicio de Nefrología del Hospital Peter Bent Brigham (HPBB), afiliado a la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, Boston EE.UU., el 1 de julio de 1972.
NP: Antes de empezar a conversar sobre medicina, ¿Podría contarme la historia del apellido Zschaeck?
DZ: Mi abuelo paterno era de la zona de Turingia, Alemania Oriental, cerca de la frontera de lo que es hoy la Republica Checa y Eslovaquia, una región donde hay bastantes apellidos que se escriben con “Z” que no son precisamente de origen alemán, aunque en parte de mi familia el apellido se escribe con “S”. No obstante, mi padre nació en Ciudad Bolívar.
NP: ¿Como llegó su abuelo a Ciudad Bolívar?
DZ: Fue contratado para trabajar en la Casa Blohm, una poderosa casa de importación y exportación de esa época en Venezuela, ubicada en Ciudad Bolívar. Sus dueños, la familia Blohm de origen alemán, comercializaban café, cacao y otros rubros y los exportaban a Europa a través del Río Orinoco y al mismo tiempo, importaban mercancías europeas que eran muy apreciadas en todo el territorio nacional.
NP: ¿Que actividad desempeñaba su abuelo en la Casa Blohm?
DZ: Fue contratado como agente viajero, primero vía fluvial Orinoco-Apure-Arauca y luego a lomo de mulas por Los Llanos y Los Andes hasta llegar a Maracaibo. Eran alrededor de 200 mulas que transportaban tanto el dinero de las ventas, para ser depositado en el Banco de Maracaibo, único banco que existía en Venezuela, como mercancía europea para ser vendida en las ciudades y pueblos por los que pasaban.
Al regreso, compraban las cosechas de café y cacao de los cultivos regionales, para llevarlas a Ciudad Bolívar, desde donde eran transportadas en barcos de vapor por el Río Orinoco hacia Hamburgo, Alemania. Este método de exportación era casi desconocido en ese tiempo, ya que lo usual era que estos productos salieran de Venezuela a través del Lago de Maracaibo. Según mi abuelo, dichos viajes solían durar entre tres y cuatro meses.
NP: ¿Y cómo es que su padre nació en Ciudad Bolívar y usted en Berlín?
DZ: Mi abuelo se casó en Venezuela con mi abuela, nacida en la Isla de St. Thomas y de ascendencia alemana. Sin embargo, enviudó muy joven debido al fallecimiento prematuro de mi abuela y al encontrarse solo con cinco hijos, tres varones y dos hembras, decidió enviar a los tres varones a Alemania con una prima institutriz para que pudieran estudiar.
Mi padre, junto con su hermano menor, permanecieron en la ciudad de Weimar en Turingia, Alemania, donde recibieron educación primaria y secundaria. Mi padre estudió contaduría, trabajó en el área bancaria para el Commerzbank en Weimar y luego fue transferido a Berlín, donde conoció a mi madre, con quien se casó y tuvo tres hijos.
Posteriormente, el hermano mayor y el menor regresaron a Venezuela, mientras que mi padre se quedó en Alemania. Poco después, comenzó la segunda guerra mundial y mi padre fue reclutado para el frente, donde fue hecho prisionero de guerra, permaneciendo en un campo de concentración soviético en Siberia, durante aproximadamente cuatro años y medio. Mi madre, mis dos hermanas y yo, huimos de Berlín unas dos semanas antes de la llegada de los rusos, refugiándonos en una ciudad de Schleswig-Holstein en el norte de Alemania, cerca de la frontera con Dinamarca.
NP: ¿Dónde y cómo finalmente se reúne la familia?
DZ: Al finalizar la guerra liberaron a mi padre de su cautiverio y en el año 1946 se reunió con nosotros en Schleswig-Holstein, donde empezó de nuevo a trabajar en el área bancaria, sin embargo, sus hermanos lo llamaron para que regresara a Venezuela, ya que mi abuelo paterno había dejado de herencia una compañía de insumos médicos llamada SANITAS, ubicada en La Candelaria, Caracas, enfrente de lo que era La Cervecería Caracas.
Mi padre viajó antes que nosotros para buscar vivienda y comenzar a trabajar. Seis meses después, en enero de 1950 nos mudamos nosotros, cuando yo tenia ocho años.
NP: Esta es una historia conmovedora y muestra los desafíos y esfuerzos que muchas familias enfrentan para construir una nueva vida. Siendo tan joven ¿como le impactó ese cambio tan drástico de condiciones de vida y de idioma?
DZ: Afortunadamente, el impacto no fue tan fuerte porque ya teníamos familia en Venezuela y como yo solo hablaba alemán, mi primera escuela en Venezuela fue con la Srta. Luise Hermann, quien había sido traída por la familia Guinand desde Alemania, para enseñar alemán a sus hijos.
La Srta. Hermann paralelamente abrió una escuela con preparatoria, primero y segundo grado y entré a segundo grado, porque había cursado hasta este grado en Alemania. De aquí pasé al instituto Champagnat de los Hermanos Maristas en Chacao, donde terminé la escolaridad primaria y la secundaria la realicé en el Liceo Andrés Bello.
NP: ¿Qué lo motivó a estudiar medicina y donde culminó sus estudios?
DZ: Desde muy pequeño sentí gran atracción por la medicina, ya que me parecía maravilloso poder ayudar a las personas. Mi padre siempre quiso ser médico, pero debido a dificultades económicas de la familia, no pudo cumplir su sueño y mi abuelo simplemente le dijo “olvídate de la medicina, aquí hay que trabajar”. Esa frustración lo marcó profundamente y por ello cuando me gradué de médico, el ver el rostro de mi padre reflejando una inmensa felicidad, representó un momento indescriptible para mi. Sentí que el había logrado cumplir su sueño a través de mi.
Mis estudios de medicina los culminé en la Escuela Luis Razetti de la UCV, en el Hospital Universitario de Caracas (HUC). Aunque inicialmente fui seleccionado para la Escuela Vargas, me gustaba más la Razetti y pude cambiar con una colega que había sido seleccionada para la Razetti, pero prefería la Vargas.
NP: ¿En qué medida influyeron los deseos de su padre de ser médico y los suyos de ayudar a las personas en su decisión de estudiar medicina?
DZ: Realmente no hubo ninguna presión en mi familia sobre la carrera que decidí escoger. Siempre me interesé mucho en las ciencias biológicas y en ayudar a curar a los enfermos.
NP: ¿Qué hizo al terminar sus estudios de medicina?
DZ: Al terminar la carrera de medicina, comencé el postgrado de medicina interna en la MCP con el Dr. Ramón Soto Sánchez, el cual tenía una duración de dos años, pero me quedé un año extra como jefe de residentes.
Éramos cuatro residentes de postgrado y hacíamos guardias presenciales cada cuatro días, sin posibilidad de descanso post guardia.
Ese postgrado fue muy intenso, pero de alta calidad, aunque obviamente no veíamos patología masculina. Los adjuntos eran los Dres. Enrique Bendahan, Reinaldo Tortoledo y Régulo García. Al terminar, trabajé durante un año en la Unidad de Cuidados Intensivos del HUC, con el Dr. Hernán Trujillo.
NP: ¿Recuerda quienes fueron los compañeros de Postgrado de Medicina Interna?
DZ: Si. Los Dres. Miguel Ángel Padrón, Gustavo Perera y Freddy Pereira
NP: ¿Tuvo algún contacto con la nefrología mientras estudiaba medicina?
DZ: Cuando comencé a estudiar medicina, nefrología no existía como especialidad en el país. No obstante, en el quinto año de la carrera, llegó el Dr. Alberto Guinand quien había hecho cardio-renal en el HPBB y aunque el se inclinaba más hacia la cardiología, participó en la fundación de la unidad de nefrología del HUC.
Al mismo tiempo, llegaron el Dr. Harry Acquatella, formado entre New York e Inglaterra, también en cardio-renal y el Dr. Marcos Boissiere, nefrólogo formado en el Hospital Necker de Paris.
NP: ¿Qué factores influyeron en su elección de nefrología como especialidad?
DZ: Mi interés en la nefrología nació mientras realizaba el postgrado de medicina interna en la MCP, donde atendíamos a muchos pacientes con shock séptico e insuficiencia renal aguda. Tratábamos a esas pacientes con diálisis peritoneal, lo que me proporcionó un aprendizaje muy intenso y variado. A partir de esta experiencia, me entusiasmé por la fisiología, los cuidados intensivos y los pacientes con cuadros sépticos muy graves. Fue entonces cuando decidí especializarme en nefrología
NP: ¿Algún nefrólogo en la maternidad a quien pueda considerar su mentor?
DZ: No había Nefrólogo en la maternidad en esa época, pero conversar con el Dr. Alberto Guinand mientras estuve en la unidad de cuidados intensivos del HUC, me motivó más para hacer el postgrado en nefrología en EE.UU.
NP: ¿Donde hizo el postgrado en nefrología y como fue el proceso para lograrlo?
DZ: Realicé el postgrado en el HPBB en Boston. Después de completar el postgrado en medicina interna, tuvimos la suerte de que, a mi esposa, quien ya era farmaceuta y estaba haciendo el postgrado en farmacología en la facultad de farmacia de la UCV, uno de sus profesores, el Dr. Antonio Muskus, le iniciara el trámite para conseguirle una beca para estudiar en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Así, también logró una beca para que yo ingresara como Fellow en el HPBB, un hospital pequeño comparado con el Massachusetts General Hospital, pero que era un centro de investigación clínica y básica avanzada.
A mi llegada, el jefe del servicio era el Dr. John P. Merrill, considerado el padre de la nefrología como especialidad, quien estuvo involucrado en el primer trasplante renal exitoso entre gemelos idénticos en 1954, siendo el Dr. Joseph Edward Murray quien operó al paciente, más tarde ganador del Premio Nobel en 1990, por sus trabajos pioneros en el trasplante de órganos.
NP: ¿Ya dominaba el idioma ingles?
DZ: Antes de viajar, completé todos los cursos de inglés del Centro Venezolano Americano (CVA) y del British Council. Además, realicé un entrenamiento práctico intensivo con el Sr. Miles Matiuska, un estadounidense que había trabajado como traductor e interrogador de prisioneros de guerra alemanes en la postguerra. Esto me ayudó enormemente con la conversación y los modismos.
NP: ¿Cómo vivió la transición de ser médico residente en Venezuela a fellow de postgrado en nefrología en EE.UU.?
DZ: Fue difícil al principio, porque comencé en el área de diálisis y trasplante renal, especialmente en el programa de diálisis domiciliaria. Era complicado, ya que no es lo mismo hablar por teléfono en otro idioma que hacerlo cara a cara, sobre todo cuando recibía llamadas de esposas nerviosas de pacientes en shock durante la diálisis, pidiéndome ayuda por teléfono. Además, los “shunts” se tapaban con frecuencia, lo que añadía stress a la situación.
Además, eran muchos pacientes, algunos de los cuales vivían a dos o tres horas de Boston y a menudo tenía que ir y regresar al hospital, incluso dos o tres veces por noche.
NP: ¿El área de nefrología del HPBB se podía considerar como un servicio completo o eran áreas separadas?
DZ: El servicio se denominaba cardio-renal unit, un departamento muy completo y complejo que estaba integrado al departamento de medicina interna, el cual a su vez dependía de la escuela de medicina de la Universidad de Harvard. Su jefe era el Dr. George Thorn, pionero en el uso de la cortisona para tratar la Enfermedad de Addison y creador de la prueba diagnóstica conocida como la Prueba de Thorn. También fue editor fundador del libro Principios de Medicina Interna de Harrison y junto con el Dr. Wilson, coautor de varios libros de endocrinología de la época.
El equipo docente de nefrología, cuyo jefe era el Dr. John P. Merril, estaba estructurado en varias sub-divisiones: Fisiología Renal, a cargo del Dr. Donald Oken; laboratorio de hipertensión, a cargo del Dr. Norman Hollenberg; tratamiento dialítico, a cargo de los Dres. Constantine Hampers y George Bailey; inmunología de trasplante, cuyo director era el Dr. Charles Bernard Carpenter y el laboratorio de histocompatibilidad, a cargo del Dr. Ray Patell. Por otra parte, había 4 servicios de cardiología cuyos jefes eran los Dres. Bernard Lown, Lewis Dexter, Edmund Sonnenblick y otro cuyo nombre no recuerdo.
NP: Si le preguntara qué lugar o escenario recuerda con especial afecto de ese servicio de nefrología. ¿Qué me contestaría?
DZ: Uno de los lugares que recuerdo con especial afecto como tu dices, es la biblioteca médica de toda el área de Boston, la “Countway Library of medicine”, porque era un ambiente muy estimulante para el estudio y una actividad que recuerdo con nostalgia, son los grand rounds dirigidos por el Dr. Jerome Kassirer un nefrólogo – fisiólogo profesor de medicina y bioética, quien fue editor jefe de la revista New England Journal of Medicine y uno de los creadores de la herramienta educativa conocida como UpToDate
NP: ¿Cómo estaban estructuradas las actividades docentes?
DZ: El postgrado constaba de dos años. El primer año se rotaba entre diálisis y trasplante renal y el segundo, entre el laboratorio de inmunología/tipaje de tejidos y las actividades de investigación. Además, participábamos en las reuniones docentes, grand rounds y conferencias.
En mi caso particular, durante el segundo año, el Dr. Carpenter solicitó que me asignaran al laboratorio de histocompatibilidad. Debido a un conflicto entre el Dr. Patell y los nefrólogos, el laboratorio quedó sin liderazgo y me designaron para dirigirlo, por lo tanto, tuve que estudiar mucho para profundizar en todo lo relacionado con la inmunología de trasplante y así estar a la altura de ese compromiso que me estaban asignando.
Por este motivo, me enviaron a Los Ángeles, California, durante varias semanas para entrenarme en la técnica de tipificación de antígenos leucocitarios (HLA) y pruebas cruzadas, en el laboratorio de histocompatibilidad del Dr. Paul Terasaki. Esto permitió que, a mi regreso, el laboratorio principal de inmunología del HPBB, perfeccionará la técnica, ya que ellos realizaban las pruebas de histocompatibilidad, para toda la región de Nueva Inglaterra.
NP: ¡Qué gran responsabilidad! ¿Recuerda alguna anécdota de esa época?
DZ: Recuerdo anecdóticamente que surgían muchas discusiones con los cirujanos, especialmente sobre el manejo de la inmunosupresión de los pacientes, que en ese entonces estaba a cargo de los cirujanos de trasplante en lugar de los nefrólogos.
NP: En aquella época, quienes deseaban formarse en nefrología debían hacerlo fuera del país. ¿Coincidió con algún venezolano en el HPBB durante su postgrado en nefrología?
DZ: Durante mi estancia en el HPBB no coincidí con otros venezolanos, pero a mi salida llegaron los Dres. Bruno Burger, Manuel Pérez Rojas, su esposa la Dra. Gloria Echeverría de Pérez, quien me sucedió en la dirección del laboratorio de histocompatibilidad y la Dra. Vicenta Franco. Igualmente, se formó como nefrólogo en ese hospital el Dr. Manuel Domínguez de Maracaibo.
NP: ¿Realizaban biopsias renales como residentes de postgrado?
DZ: Los residentes teníamos poca participación en la realización de biopsias renales y estas las realizaba únicamente el Dr. Merrill, mediante punción con la aguja clásica de Vim-Silverman.
NP: ¿Cómo era el sistema de evaluación?
DZ: No se realizaban exámenes formales, ya que el sistema se basaba en una evaluación continua. Presentábamos casos clínicos, revisábamos artículos científicos, participábamos en los grand rounds y se evaluaban las publicaciones de artículos de investigación en revistas indexadas.
Además, realizábamos las actividades de investigación en cada una de nuestras áreas y nos reuníamos una vez a la semana, para revisar los datos obtenidos de los trabajos de investigación en curso. Esta reunión coincidía con el día de biblioteca y era de asistencia obligatoria.
La publicación de trabajos de investigación era un requisito indispensable, de lo contrario, no se aprobaba la continuación del fellowship. Era obligatorio publicar al menos tres artículos por año y realmente no quedaba mucho tiempo para hacer otra cosa que no fuera trabajar.
NP: ¿Cual fue la línea de investigación a la que se dedicó para sus publicaciones?
DZ: Mis trabajos de investigación durante el primer año se centraron en hemodiálisis y publicamos varios artículos en hemodiálisis domiciliaria en pacientes de edad avanzada. También participé en una investigación para determinar los niveles de hormona de crecimiento y testosterona en pacientes en diálisis, sin embargo, este trabajo no pudo ser publicado debido a la pérdida de varias muestras de sangre por problemas de refrigeración.
Durante el segundo año, ya enfocado en la inmunología del trasplante, publicamos estudios relacionados con la sensibilización de pacientes en diálisis.
NP: ¿Consideró alguna vez la posibilidad de quedarse a trabajar en EE.UU. o le ofrecieron quedarse en el HPBB?
DZ: Al finalizar mi postgrado, el Dr. Hampers me citó en su oficina para preguntarme cuáles eran mis planes. Cuando le informé que planeaba regresar a Venezuela, insistió en preguntarme “¿y qué vas a hacer allá?”
Entonces me planteó la posibilidad de quedarme, mencionando que contaban con siete unidades de diálisis en el área de Boston, atendiendo a unos 400 pacientes en total y me ofreció la jefatura de una de ellas, sin embargo, mi respuesta fue negativa.
En ese momento, mi esposa estaba embarazada, ya había completado su master en el departamento de “The Food and Nutrition Science” del MIT y se había trasladado a la Universidad de Harvard a trabajar con el Dr. Grieves, endocrinólogo, no obstante, ambos habíamos decidido regresar a nuestro país.
NP: ¿Qué sucedió al regresar a Venezuela?
DZ: Regresamos a Venezuela en el verano de 1972. Inicialmente, trabajé en las mañanas como instructor en medicina II del HUC y después del mediodía pasaba revista con el Dr. Virgilio Paz Martínez, a los pacientes del servicio de nefrología. Además, asistía a las reuniones de servicio con los doctores Alberto Guinand, Harry Acquatella, Marcos Boissiere y Ana Recagno.
Paralelamente, comencé a buscar trabajo en el Hospital Miguel Pérez Carreño (HMPC) del Instituto Venezolano de los Seguros Social (IVSS), que acababa de inaugurarse. Previamente, había establecido contacto por carta con el Dr. Jorge Domínguez, nefrólogo de ese hospital, al enterarme que trabajaba allí.
También surgió una oportunidad con el Dr. Guinand en el HUC, aunque en este caso el cargo era ad honorem y finalmente me quedé como instructor de clínica médica en el servicio de medicina III del HUC, donde permanecí casi dos años.
Por esa época me reencontré con Nicolás Bianco, médico inmunólogo a quien había conocido en Boston, donde entablamos una buena amistad. Él estaba instalando el laboratorio de inmunología y me invitó a trabajar juntos. Así, por las mañanas trabajaba en el HUC y por las tardes en el servicio de anatomía patológica, donde se ubicaba el área del futuro laboratorio de inmunología.
Gracias a la experiencia adquirida en el laboratorio de histocompatibilidad del HPBB, me encargué de organizar todas las pruebas de laboratorio, incluyendo las pruebas cruzadas. También me dediqué a capacitar a los técnicos asignados por Nicolás, para que aprendieran a realizar las pruebas, bajo mi supervisión.
NP: ¿Qué anécdota recuerda relacionada con este aspecto de su especialidad?
DZ: En relación a esto, si se puede considerar una anécdota, puedo comentar que realicé la primera prueba cruzada de trasplante renal de donante cadáver que se hizo en el país, en el instituto de inmunología del HUC. No recuerdo la fecha exacta, pero sí que recibí una llamada a medianoche informándome que había dos riñones de donante cadáver disponibles para trasplante, junto con los ganglios linfáticos necesarios para realizar las pruebas cruzadas. Hasta ese momento en el país, los trasplantes de donante cadáver se hacían solo considerando la tipificación del grupo sanguíneo ABO.
Otra anécdota ocurrió cuando el Dr. Antonio Muskus, vicerrector académico de la UCV, quien era portador de una enfermedad renal crónica (ERC) en hemodiálisis, se convirtió en mi paciente. Esto representó una situación complicada para mi, ya que, siendo instructor de medicina, estaba a cargo de la salud del vicerrector académico de la universidad y mientras el rector Rafael Neri me sugería que hiciera lo posible para que el Dr. Muskus se retirara, el vicerrector insistía en continuar trabajando y yo no podía obligarlo a tomar reposo.
Durante ese periodo, experimenté mucha presión y finalmente el Dr. Muskus fue trasplantado con éxito, utilizando como donante a una de sus hermanas con HLA idéntico.
NP: Desconocía que usted había tenido una relación laboral con el instituto de inmunología del HUC ¿Que ocurrió para que no continuará trabajando allí, considerando su experiencia en ese campo?
DZ: En 1973, debido a profundas diferencias profesionales entre el inmunólogo Raúl Suarez, el Dr. Bianco y yo, decidí renunciar al laboratorio de inmunología. A raíz de esa decisión y de las diferencias surgidas entre Nicolás, Raúl y yo, nuestros nombres, tanto el mío como el del Dr. Raúl Suarez, fueron excluidos como fundadores del instituto. Prácticamente se borró nuestra participación en la creación y funcionamiento de ese laboratorio. Fue un episodio doloroso, del que prefiero no hablar.
NP: ¿Continuó su relación con el servicio de nefrología del HUC?
DZ: Si. Como ya mencioné, los Dres. Guinand, Acquatella, Recagno, Boissiere y Paz-Martínez ejercían como docentes y los Dres. Pablo Amair y Douglas Urbina eran los residentes de postgrado. Mi labor docente consistía en pasar revista médica por las tardes, con el Dr. Paz-Martínez y los dos residentes. En aquel entonces, el servicio estaba iniciando los primeros trasplantes y ofrecíamos diálisis y clínica nefrológica, sin embargo, considero que fue una época de gran aprendizaje.
Posteriormente, se incorporaron como residentes los Dres. Ezequiel Bellorín Font, Luis Gutiérrez y Manuel Romero, quien más tarde se especializó en nefrología infantil. Finalmente, el Dr. José Weisinger se unió al servicio como docente, tras regresar de su especialización en nefrología en Stanford, California.
NP: ¿En qué momento y por qué decidió marcharse al HMPC?
DZ: Tras renunciar a mi cargo en inmunología, decidí presentarme a un concurso de suplencia en el servicio de medicina del HMPC. La suplencia era para cubrir la ausencia del Dr. Arístides Ávila, quien viajó a Inglaterra para especializarse en neurología y gané el concurso.
En ese mismo período, surgió la oportunidad de concursar para un puesto de nefrólogo-inmunólogo en la sección de nefrología del hospital y también lo gané. Así, comencé a trabajar junto a Jorge para organizar la sección, establecer los procedimientos para crear la unidad de hemodiálisis definitiva, organizar el postgrado universitario de nefrología e iniciar actividades de consulta, interconsultas y el programa de trasplante renal.
NP: ¿Cómo fueron los comienzos en el HMPC?
DZ: Cuando llegué como nefrólogo, no existía un servicio establecido. Solo estaba Jorge, quien tenía una consulta externa de cuatro horas como nefrólogo y atendía esporádicamente a pacientes que requerían diálisis. Posteriormente Jorge logró que el Dr. Edmundo Henríquez, jefe del servicio de medicina I, cediera una habitación de hospitalización, para convertirla en una pequeña unidad de hemodiálisis.
Para iniciar, obtuvimos una máquina de diálisis modelo RSP, donada por el Instituto Nacional de Hipódromos y otra prestada por el Sr. Guillermo Velutini, un paciente con una enfermedad renal microquística intersticial que se dializaba en su domicilio. Acordamos con el dializarlo en nuestra unidad y utilizar la máquina los días restantes para otros pacientes.
Con el tiempo, el IVSS adquirió una tercera máquina y Jorge solicitó otra habitación. El Dr. Henríquez, en tono de broma, le dijo que, si se descuidaba, el servicio de medicina I desaparecería, para transformarse en un servicio de nefrología.
NP: ¿Cómo iniciaron el proyecto de construir el servicio de nefrología definitivo?
DZ: En aquel entonces, el servicio de mantenimiento nacional del IVSS operaba en el segundo sótano del HMPC y el jefe del departamento era el ingeniero Juan Roberto Herard, a quien conocía desde mi juventud. Al reencontrarnos, tanto Jorge como yo entablamos una sólida amistad con él, quien mostró gran interés en nuestro trabajo e incluso, surgió la idea de construir una máquina de diálisis. Sin embargo, nos enfrentábamos al problema de la falta de espacio, ya que las áreas disponibles estaban ocupadas por la consulta y las salas de hemodiálisis.
Entonces, en colaboración con el Ingeniero Herard, nos dedicamos a buscar una ubicación óptima para el servicio. Tras obtener el permiso correspondiente, seleccionamos una azotea sobre los pabellones del área quirúrgica y en ese espacio, se construyó una estructura con armazón metálica y techo ligero, diseñada para albergar dos tanques de dializado. Estos tanques estaban equipados con un sistema de mezcla de hélices de acero inoxidable y un medidor externo, para garantizar la exactitud del llenado y mediante una bomba, el dializado se distribuía a cada máquina.
De esta manera, casi de forma clandestina y sin el conocimiento de las autoridades del IVSS, construimos lo que denominamos la sección de nefrología del departamento de medicina interna del HMPC. Por supuesto, una vez finalizada la construcción, se realizó un acto inaugural con la presencia de las autoridades del IVSS.
NP: ¿Cómo lograron obtener más máquinas?
DZ: Jorge se reunió con el gerente general de BAXTER de Venezuela, para explicarle nuestro plan de establecer una unidad de hemodiálisis en el hospital, pero sin tener capital para adquirir las máquinas y al final, logramos que nos las alquilaran por un dólar mensual cada una durante un año, con la condición de utilizar los insumos de la empresa. Este acuerdo de comodato se extendió por aproximadamente cinco años.
Las máquinas equipadas con cannisters de Baxter se destinaron al uso habitual, mientras que los equipos RSP se utilizaron para casos específicos, uno para pacientes en terapia intensiva y otro para pacientes con hepatitis.
NP: ¿Como se llevó a cabo la capacitación de las enfermeras de hemodiálisis?
DZ: Nosotros mismos diseñamos el programa de capacitación para a las enfermeras, con la participación activa de aquellas que ya habíamos formados. Entre ellas, destacaron la Lic. Rosa Istúriz y la Lic. Omaira Méndez. Rosa Istúriz era una profesional excepcional; nunca he conocido a una enfermera de hemodiálisis como ella, ni siquiera en los estados unidos.
Mas adelante, Jorge logró incorporar a la Lic. Gladys González, quien era una enfermera sobresaliente en uno de los servicios de traumatología y su traslado al servicio de nefrología generó un conflicto con el jefe del servicio, el Dr. Alfredo Corser. Gladys se convirtió en nuestra mano derecha como coordinadora y posteriormente lideró el exitoso programa de diálisis peritoneal ambulatoria continua.
NP: ¿Podría hablarme sobre los inicios del comienzo del postgrado en nefrología del hospital?
DZ: El programa de postgrado de nefrología del HMPC se estableció en 1974, tras la consulta y aprobación de la facultad de medicina de la UCV, convirtiéndose en el primer programa de postgrado universitario en nefrología del país. El servicio de nefrología contaba con todos los elementos necesarios para un programa de postgrado, como consulta externa de nefrología general, hemodiálisis, diálisis peritoneal, trasplante e hipertensión arterial.
Esto nos permitió, mediante un programa académico muy completo, formar residentes que adquirieron experiencia en la mayoría de las patologías de la especialidad, gracias a que abarcábamos todos los aspectos del tratamiento sustitutivo de la función renal, así como la fisiología renal y la práctica clínica nefrológica.
NP: ¿Quiénes fueron los primeros residentes del postgrado en el servicio?
DZ: El primer residente que tuvimos fue el Dr. Ildemaro León, quien ganó su cargo mediante un concurso de credenciales. Ildemaro estuvo sometido a un estrés extremo debido a las guardias permanentes, llegando a presentar sangrado digestivo por úlcera gástrica en dos ocasiones.
En el segundo año se incorporó el Dr. Gustavo Maldonado, quien a pesar del apoyo de Ildemaro, también sufrió un sangrado gástrico por estrés y en el tercer año se nos unieron los Dres. Nery Fuenmayor y Elio Pérez.
A Ildemaro, Gustavo y Nery, logramos enviarlos a un servicio de nefrología en los EE.UU. durante un mes, con financiamiento del IVSS. Lamentablemente, esta iniciativa no pudo mantenerse, debido a problemas de financiamiento.
Con respecto a los residentes, Jorge y yo nos sentimos muy orgullosos de nunca haberlos dejado solos. Los acompañábamos en el hospital durante las actividades nocturnas e incluso pasábamos revista con ellos los fines de semana. Además, si bien nunca los obligamos a hacer tareas que no desearan, los orientábamos para que encontraran un modelo a seguir y aunque éramos firmes y con cierta autoridad, siempre los acompañamos, mantuvimos con ellos un trato respetuoso y reconocimos su labor.
NP: ¿Cómo evolucionó el servicio en términos del personal médico?
DZ: El servicio creció principalmente gracias a los residentes que formamos y que se quedaron con nosotros, como Nery Fuenmayor, Yanet Ogeerally e Ildemaro León. También se incorporó la Dra. Nury Caviedes, nefrólogo infantil que pertenecía al servicio de pediatría, pero colaboraba en la docencia del postgrado, una profesional y docente muy valiosa, especialmente en el área de fisiología renal.
Posteriormente, Ildemaro León ganó el concurso para la jefatura del servicio de nefrología del Hospital Dr. Domingo Luciani del IVSS, mejor conocido como El Llanito, donde fundó dicho servicio junto con los Dres. Ilma Fachinetti y Douglas Guacarán, también egresados de nuestro postgrado.
NP: ¿Tiene alguna otra anécdota de esa etapa inicial del postgrado?
DZ: Recuerdo una anécdota muy graciosa sobre el residente que menos tiempo duró en el postgrado. Este joven había obtenido el primer lugar en el concurso de admisión y cuando vino a entrevistarse conmigo, le expliqué detalladamente el funcionamiento del servicio, las diferentes secciones que lo conformaban y la frecuencia de las guardias.
Al finalizar la entrevista, lo invité a recorrer el hospital para que se familiarizara con el entorno. Entonces me pidió permiso para ir a buscar su bata al automóvil, pero nunca regresó. Varios años después, lo encontré en otro postgrado y al preguntarle que había sucedido, me respondió: “después de todo lo que usted me dijo que tenia que hacer, decidí que era mejor irme a un postgrado menos exigente”.
NP: ¿Cómo fue la experiencia con el primer trasplante renal en el HMPC?
DZ: El primer trasplante fue de donante vivo a receptor vivo, entre gemelos HLA idénticos y la evolución muy favorable. La parte vascular fue realizada por el Dr. Manuel Penso, jefe del servicio de cirugía cardiovascular y la parte urológica por el Dr. Federico Gómez Sandoval.
NP: ¿Considerando su experiencia en hemodiálisis domiciliaria en Boston, implementaron esta modalidad?
DZ: Si lo hicimos y resultó ser un programa muy exitoso, alcanzando los 30 pacientes. Sin embargo, con la llegada de la diálisis peritoneal ambulatoria continua, el programa se adaptó a este método y posteriormente a la diálisis peritoneal automatizada, llegando a tener a cerca de 100 pacientes entre ambas modalidades.
NP: ¿Existían servicios de diálisis extrahospitalaria en ese entonces?
DZ: Inicialmente, solo se ofrecía diálisis en los hospitales y cuando no había cupo en las unidades hospitalarias, lamentablemente, los pacientes fallecían. Esta situación cambió cuando un abogado, cuya madre cotizante del IVSS necesitaba diálisis, se negó a aceptar esa realidad.
Al enterarse de la situación de su madre, el abogado solicitó una reunión inmediata con el presidente del IVSS y le advirtió que, si no la dializaban, los demandaría. De esta manera, prácticamente obligó al IVSS a financiar la diálisis de esa paciente en la única unidad de diálisis extrahospitalaria existente, ubicada en la Policlínica Santiago de León, a cargo del Dr. Luis Troconis.
A partir de ese momento, todos los pacientes cotizantes del IVSS que necesitaban diálisis, comenzaron a recibirla en unidades extrahospitalarias, dando inicio así del programa de diálisis extrahospitalaria, que se extendió a nivel nacional y que llegó a atender a cerca de 10.000 pacientes en hemodiálisis, fueran o no cotizantes del seguro social.
NP: ¿Cuándo se inauguró el servicio de nefrología definitivo del HMPC?
DZ: El servicio, ubicado en el sótano 1 del hospital tal y como existe en la actualidad, con todas las áreas necesarias para su funcionamiento, se inauguró al año siguiente de mi retiro del HMPC. La construcción se retrasó considerablemente, debido a constantes paralizaciones por falta de materiales y de personal. Cuando me retiré, la construcción estaba casi concluida, pero faltaba gran parte del equipamiento. Debo mencionar que esta obra se logró, gracias al arduo trabajo de Jorge y los adjuntos del servicio.
NP: ¿En qué momento se retiró y por qué decidió irse del hospital?
DZ: Me retiré después de 25 años de servicio. Comprendí que los muchachos ya estaban formados y deseaban adquirir sus propias experiencias, sin la evaluación constante de sus superiores y consideré necesario permitirles seguir su camino, pues es el curso natural de la vida.
Mi decisión fue particularmente difícil para Jorge, ya que en ese momento enfrentaba conflictos con los cirujanos de trasplante, debido al manejo del tratamiento inmunosupresor en los pacientes trasplantados, ya que ellos querían proceder sin considerar el criterio nefrológico.
Esa situación lo afectó profundamente por lo que lo acompañé un tiempo prudencial, hasta que pensé que era el momento oportuno para mi retiro y esto, sumado a la insistencia de mi familia para que renunciara, ya que mis hijos constantemente me reclamaban mi ausencia en eventos importantes de sus vidas, aceleraron mi decisión. A partir de entonces, me dediqué a la práctica privada.
NP: ¿Cuándo habla de los muchachos se refiere a los jóvenes adjuntos del servicio?
DZ: Exactamente. Me refiero a los adjuntos de nefrología que habían sido nuestros residentes de postgrado. En ese momento, estaban Nery Fuenmayor, Roberto Smith, Janeth Ogeerally y se había incorporado la Dra. Mirna Infante, formada como Nefrólogo en Canadá, una profesional extremadamente valiosa para el servicio.
Ellos, junto con los residentes de postgrado, podían hacer funcionar el servicio perfectamente sin nosotros. Lamentablemente, Nery Fuenmayor, que era la persona natural para encargarse de la jefatura del servicio, tenía un trabajo parcial en la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA), que coincidía con el horario del hospital, y se vio forzada a renunciar.
NP: ¿Con cual de sus colegas ha establecido una relación fructífera en su carrera como nefrólogo?
DZ: Con Jorge. El fue mi compañero de muchos años de trabajo y de luchas tenaces. Es un trabajador incansable, súper organizado, muy persistente, excelente nefrólogo y a diferencia de mi, manejaba mucho mejor la mano izquierda. Disfruté mucho todo el trabajo que hice conjuntamente con el en el hospital y lo considero mi amigo.
NP: ¿Algún nefrólogo a quien haya admirado mucho o que haya tenido más influencia durante su formación?
DZ: Uno de los nefrólogos que dejó una huella imborrable en mi y a quien considero un gigante de la nefrología, ya que era impresionantemente agudo desde el punto de vista clínico es el Dr. Karl Kjellstrand, un sueco que trabajaba en Minneapolis, Minnesota y con quien disfrutaba mucho conversar. Otro nefrólogo que debo mencionar es el Dr. Carpenter, el jefe de inmunología del HPBB. El era una enciclopedia en inmunología de trasplante y me dio mucho apoyo cuando me nombraron jefe del laboratorio de inmunología.
En Venezuela, debo mencionar a los Dres. Alberto Guinand, Harry Acquatella y Bernardo Rodriguez Iturbe, a quien considero mi amigo.
NP: ¿Quienes son, a su criterio, los pioneros de la nefrología en Venezuela y cual fue el primer nefrólogo del país?
DZ: Los pioneros de la nefrología fueron, en Valencia, el Dr. José Luis García Zozaya; en Caracas, los Dres. Alberto Guinand, Harry Acquatella, Marcos Boissiere y Ana Recagno en el HUC, los Dres. Gastón Vargas y José Chesnaut en el Hospital Vargas, el Dr. Nahem Seguías en el Hospital de Niños JM de Los Ríos y el Dr. Alberto Bercowsky en el HMPC; en Maracaibo los Dres. Bernardo Rodríguez Iturbe, Rafael García y Dídimo Rubio y en Puerto La Cruz, los Dres. Pedro Garroni y Luis Flores.
Con relación al primer nefrólogo del país, fue el Dr. García Zozaya. Cuando llegó Alberto Guinand, quien también hizo nefrología en el HPBB, llego casi simultáneamente Gastón Vargas de Paris y al principio se creyó que era el Dr. Vargas, porque se desconocía que ya en Valencia estaba el Dr. García Zozaya.
NP: ¿A que se dedicó después que salió del HMPC?
DZ: Me dediqué a la consulta privada en la Clínica El Ávila y a la unidad de hemodiálisis extrahospitalaria RIVERSIDE, que dirigía como director médico conjuntamente con el Dr. Alonso Viloria como director general. Al inicio, trabajamos con la Dra. Magbis Ramírez, una residente brillante y más tarde con la Dra. Nacary Ramírez, ambas egresadas de nuestro postgrado. Llegamos a tener hasta 160 pacientes con excelentes estadísticas y una mortalidad del 9% anual.
NP: ¿Que pasó con esta unidad de diálisis?
DZ: Lamentablemente, el IVSS al final pagaba muy poco y exigía asistencia completa para el manejo de los pacientes, incluyendo exámenes de laboratorio y mantenimiento de equipos. Con lo que el IVSS pagaba, no era posible cubrir todos los gastos, que además incluían los del personal y prácticamente nos sacó de la administración de la unidad, lo que tuvo como consecuencia el deterioro progresivo de la calidad del servicio.
El ambiente se fue tornando muy complicado; el personal de la dirección nacional de nefrología, diálisis y trasplante renal del IVSS, tal y como lo conocimos antes ya no existía y finalmente decidieron intervenir las unidades extrahospitalarias y RIVERSIDE no escapó a esa medida.
Un día llegaron y nos dijeron que a partir de ese momento se iban a encargar de la administración y simplemente nos quitaron del medio, sin permitir que sacáramos nuestras cosas personales. La única cosa buena que hicieron después, fue llevarse a todos los pacientes a la unidad de diálisis de Chacao y devolvernos la casa, que era propiedad privada.
NP: ¿Tuvo alguna situación incómoda con los directivos del IVSS?
DZ: Si. En una ocasión, como presidente de la de la Asociación Venezolana de Unidades de Diálisis Extrahospitalarias (AVUDE), tuve que enfrentarme a un teniente coronel del ejército, quien era el presidente del IVSS en ese momento, para presentarle un informe detallado y veraz sobre los presupuestos reales de funcionamiento de las unidades de hemodiálisis extrahospitalarias.
Nuestro objetivo era lograr un aumento en la cantidad de dinero que se pagaba por diálisis, sin embargo, su respuesta fue la siguiente: ‘’Todo eso está muy bien, pero no creo ninguno de los datos que presenta. Nosotros tenemos nuestros propios cálculos y eso que dice usted no se ajusta a la realidad, soy militar y resuelvo los problemas a la manera militar. Cuando encuentro un obstáculo por delante, lo elimino ¿Me entiende?”. A lo que respondí claramente que, si esa era su postura, no hay nada mas que discutir.
NP: ¿Sigue activo en la nefrología privada?
DZ: Claro que si. Actualmente trabajo en privado en un consultorio ubicado en una organización que se llama Asociación Venezolano-Alemana de Socorro (AVAS), antes llamada Deutsches Hilfs-verein.
NP: ¿Qué tipo de relación tiene con la AVAS?
DZ: Colaboro con esta asociación desde hace más de 25 años. Hasta el día de hoy continúo trabajando de forma gratuita para ellos, ayudando a mejorar y mantener la salud de personas de ascendencia alemana que están solas en el país.
Considero que es una labor humanitaria muy valiosa, que me brinda muchas satisfacciones y a la que vale la pena dedicar tiempo. Trabajo allá dos veces por semana y he podido desarrollar un aspecto que me apasiona: La alimentación saludable. Actualmente, soy miembro de su junta directiva.
NP: ¿Cuál fue la inspiración para escribir el libro “La comida es mi medicina”?
DZ: Durante muchos años, mi esposa Lesbia y yo, impartimos talleres sobre diversos aspectos de salud, incluyendo la alimentación. Fue a partir de estas experiencias que surgió la idea de crear un libro que sirviera como guía escrita para el público, con recomendaciones basadas en evidencia médica para mejorar su salud. Esta primera publicación se complementó posteriormente, con un segundo libro muy útil de recetas antiinflamatorias ricas en Fibra.
NP: ¿Si pudiera mirar hacia atrás, cambiaría algo de su trayectoria profesional?
DZ: Sinceramente, no cambiaría nada. Sin embargo, me habría esforzado aún más por reducir el número de pacientes que progresan a etapas avanzadas de ERC, requiriendo terapia de reemplazo renal.
NP: ¿Qué consejo les daría a los jóvenes médicos que están considerando especializarse en nefrología?
DZ: Para una formación integral de los residentes, es fundamental revitalizar los programas de docencia en aquellos hospitales que cuenten con la infraestructura necesaria. En este sentido, les aconsejaría elegir un servicio de nefrología de excelencia para hacer su residencia de postgrado. Buscar un servicio que les ofrezca un amplio abanico de oportunidades, experiencia y educación de calidad en todas las áreas de la nefrología, incluyendo fisiología, clínica, hipertensión arterial, patología renal, ERC, diálisis y trasplante renal. Además, asegurarse de que el servicio promueva altos estándares éticos y de excelencia profesional.
NP: ¿Cuál considera usted que ha sido el avance más significativo en la especialidad de nefrología, que ha tenido mayor impacto en los pacientes?
DZ: Es una pregunta muy difícil de responder, ya que la nefrología tiene muchas aristas y abarca múltiples áreas y aunque he dedicado gran parte de mi carrera a todas ellas, resulta complicado destacar solo una. Sin embargo, en nuestro país, considero que el aporte más relevante fue el del Dr. Atahualpa Pinto con el desarrollo de la nefropatología en el instituto de anatomía patológica, a través de las reuniones del club del riñón, donde se analizaban minuciosamente los casos clínicos y se realizaba una revisión actualizada del tema, proporcionando información crucial para el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de los pacientes, así como para la formación de los especialistas y futuros nefrólogos.
NP: ¿Cuál es el problema actual en nefrología que considera prioritario en el país?
DZ: Considero que uno de los problemas más importantes es el funcionamiento deficiente de la dirección nacional de nefrología, diálisis y trasplante renal del IVSS. Actualmente, no está operando de manera adecuada y es crucial retomar su gestión para brindar un servicio de buena calidad a los pacientes con terapia de reemplazo renal, gestionado por profesionales honestos, dedicados y con un trato humano hacia los pacientes.
Es importante señalar que esta dirección fue el resultado del compromiso y arduo trabajo de Jorge, quien logró conseguir no solo cobertura de tratamiento dialítico para todos los pacientes, sino el tratamiento regular para la anemia, enfermedad ósea renal, pacientes trasplantados renales, entre otros.
Otra prioridad, es la responsabilidad que tenemos los nefrólogos de intensificar la nefroprotección, dado nuestro conocimiento de la fisiopatología y la repercusión renal de la diabetes mellitus e hipertensión arterial. Debemos evitar o retardar la progresión de la ERC a etapas avanzadas que requieran diálisis y ó transplante renal.
NP: ¿Cuál cree que sea la razón de la disminución de aspirantes a la residencia de postgrado de nefrología?
DZ: Le responderé de la siguiente manera, si tuviera que elegir una carrera en este momento, no optaría por medicina. Me siento profundamente decepcionado por la forma en que se ejerce actualmente nuestra profesión, ya que está fuertemente influenciada por las compañías de seguro y la industria farmacéutica y eso dista mucho de ser la medicina que conocimos y la nefrología no es ajena a esta realidad.
Por otra parte, nefrología es como una medicina interna, pero aplicada a pacientes más complejos, donde se requiere un alto nivel de precisión clínica para hacer el diagnóstico, pero no todos disfrutan hacer este tipo de ejercicio médico y ese es el principal obstáculo a superar. Sin embargo, eso puede lograrse a través del modelaje, es decir, si se cuenta con un servicio donde los docentes son comprometidos y acompañan a los residentes transmitiendo su conocimiento con vocación de servicio, esto se difundirá y despertará el interés de los residentes por la especialidad.
NP: ¿Cómo percibe la nefrología actual del país?
DZ: La veo muy desfavorable. Me entristece profundamente la situación actual de la especialidad, ya que todos los involucrados hemos luchado arduamente para garantizar la calidad de los programas de postgrado y por ende, la formación profesional de los residentes. Penosamente, considero que hemos fracasado en este objetivo.
NP: ¿Ha tenido alguna participación en responsabilidades gremiales?
DZ: Mi única experiencia gremial fue como presidente de AVUDE. Realmente, nunca me ha interesado la actividad gremial y solo participaría si existiera la recertificación de la especialidad, similar a lo que ocurre en EE.UU. De hecho, en una ocasión formé parte de una comisión de recertificación en el colegio de médicos del Distrito Federal, junto con el Dr. Otto Rodríguez, un ginecólogo que apoyaba la idea, sin embargo, el proyecto no prosperó debido a varias razones, entre ellas, políticas.
NP: ¿Podría hablarme de su familia?
DZ: Tenemos tres hijos y todos están fuera del país. La mayor es médico y emigró a Barcelona, España, donde realizó su postgrado en otorrinolaringología. Actualmente reside en Chile, acaba de culminar un postgrado en medicina antroposófica y de ella tenemos tres nietos. Nuestra segunda hija es psicólogo de familia y vive en Barcelona, España y el menor, es ingeniero químico con un postgrado en mecánica de fluidos, vive en Alemania y con él tenemos dos nietos.
NP: ¿Con todos sus hijos fuera de Venezuela, ha considerado la posibilidad de emigrar del país?
DZ: No, rotundamente no. Estuvimos en España antes y después del COVID-19, pero no fue una experiencia muy agradable. Vivir lejos de los amigos, de las actividades que disfrutamos y sin las comodidades del hogar a las que estamos acostumbrados, resulta poco placentero. Aunque estar lejos de la familia y perderse momentos importantes de sus vidas es difícil, siempre existe la posibilidad de reunirse, ya sea que ellos nos visiten o que nosotros los visitemos.
NP: ¿Tiene algún pasatiempo o actividad fuera de la nefrología y su trabajo?
DZ: Fuera de la nefrología, soy un lector ávido en español, inglés y alemán. Además, practiqué aikido desde los 50 hasta los 70 años conjuntamente con mi esposa. El aikido es un arte marcial complejo, principalmente defensivo, que busca evitar el daño propio, sin dañar al oponente y su filosofía de vida es promover la humildad y la disminución del ego. Alcanzamos el cinturón negro tercer Dan, pero dejamos de practicarlo debido a su alta exigencia física y actualmente practicamos yoga.
En cuanto a la medicina, disfruto mucho la parte nutricional, especialmente en lo relacionado con el síndrome metabólico y me dedico a difundir esta información entre la población general.

Deja una respuesta